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Al igual que un virus contagioso que va infectando las zonas de alrededor y va debilitando las funciones del cuerpo, existe una forma de ser en algunas personas que se expresa en su carácter, su actitud ante las circunstancias de la vida y el modo de relacionarse con los demás, que va infectando de negatividad sus pensamientos e invade finalmente de infelicidad sus vidas. Impidiéndoles disfrutar de gran parte de las recompensas de la vida. Estamos hablando del descontento crónico.

El descontento crónico es la consecuencia emocional de un proceso de pensamiento repetitivo basado en la preocupación  y el fatalismo constantes  que pueden verse en pensamientos del tipo ¿Y si no soy capaz?, ¿Y si no me sale del todo bien? o “No sirvo para esto” y que hace que la persona muestre una muy baja tolerancia a la frustración y al aburrimiento o que convierta la ilusión y la alegría en miedo y decepción.

Este modo de pensamiento rígido y catastrofista hace que uno se desvincule del presente, desconectándose de sus actividades y relaciones y empiece a recordar experiencias negativas del pasado (“¿y si vuelvo a fastidiarla?”, “Quizás este curso tampoco me sirva para nada”)  y decida, por ejemplo,  no terminar un proyecto que hasta ahora le había ilusionado o a predecir desgracias futuras (“Seguro que no le gusto tanto como dice”, “Quizás esto luego no lleve a ninguna parte” y decida romper una relación sentimental sin ninguna evidencia de fracaso, ya que el bucle del descontento provoca que acabes asociando todo a lo peor que pueda pasar).

Es la forma en que estas personas han aprendido a afrontar situaciones de incertidumbre, de frustración y de reto en la vida. A corto plazo, eso les hace sentir que  evitan  posibles decepciones futuras (algunos lo llaman “realismo”) o que crean ver las cosas con mayor claridad, pero la ansiedad y el estrés consecuentes harán que se alejen de posibles fuentes de satisfacción y sentido en sus vidas, que se desanimen ante el error o que se irriten ante cualquier crítica.

 Como dijo Nietzsche, “Cuando el miedo se convierte en una compañía constante, detrás de cualquier esquina se percibe una amenaza, hasta el punto que el miedo se alimenta de sí mismo”.

Esta insatisfacción permanente  viene de una dificultad a la hora de aceptar y gestionar  ciertas emociones desagradables como la decepción, la frustración o la tristeza y que al no manejarse con actitud flexible, asertiva y proactiva se convierten en rencor, ira, desesperación o culpa patológicas. Sería, en cierto modo, un síntoma de inmadurez emocional.

Aunque no hay que confundir el descontento crónico con la depresión, pues ésta es mucho más incapacitante y extrema, sí puede ser el preludio  que lleve a ella, ya que con el tiempo la persona se va envolviendo en un aura de cinismo e insatisfacción y se aleja cada vez más de su proyecto de vida.

Es frecuente también que a estas personas les resulte difícil relacionarse con los demás y pasárselo bien en su tiempo de ocio, ya que el descontento crónico suele asociarse con una forma de actuar irritable, susceptible y de desconfianza basadas en una tendencia al victimismo y la queja.

Las personas perfeccionistas tienen tendencia al descontento crónico. Al ponerse metas muy idealistas, su mente hace mucho uso de  “debería” y “tengo que”, convirtiendo preferencias en obligaciones o deseos en necesidades,  condenando el error, y maximizando las consecuencias, por lo que se vuelven altamente intolerantes ante cualquier frustración y su autoestima se ve afectada.

Preguntas existenciales frecuentes asociadas al descontento crónico podrían ser: ¿Por qué nunca puedo sentirme feliz en mi vida?, ¿Por qué me cuesta tanto motivarme y comprometerme con lo que me propongo?, ¿Por qué no logro disfrutar de las cosas como otras personas?.

Si raramente disfrutas de tu ocio, si no sueles terminar lo que empiezas con ilusión y te frustras ante los retos antes de afrontarlos. Si siempre das más importancia a lo que no has conseguido que a lo que has logrado,  si la alegría y la ilusión apenas te duran siempre  unos minutos para pasar después a la apatía, si eres de los que siempre se dice que podrías haber hecho más o si para ti nunca es suficiente para verle un sentido a la vida, plantéate que el descontento crónico esté detrás de todo ello.

No es fácil salir de este mal hábito. Un primer y gran paso es darse cuenta de cómo uno está empezando a entrar en el bucle negativista del descontento crónico en una situación concreta y una vez ahí, reflexionar de manera más flexible, buscando matices que equilibren más la balanza y, de ese modo, mejorar nuestro estado de ánimo y nuestro entorno, ya que, como dijo Gandhi, “Si cambias tu disposición frente a las cosas, acabarás por cambiarlas”.

Si te has visto reflejado en este artículo, crees y crees que no puedes cambiarlo por ti mismo, la terapia psicológica será tu mejor aliado. En Consulta psicológica Despertares podemos ayudarte.

Artículo escrito por la psicóloga clínica Marta Fernández colegiada nº M- 24184

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