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Esta época del año es muy buena  para iniciar procesos de cambio. Acabamos de regresar de las vacaciones de verano, los niños empiezan un nuevo curso, etc. Todo son cambios a nuestro alrededor. Y si durante el verano hemos decidido cambiar algún aspecto de nuestra vida, también supone una novedad para nosotros. Por ejemplo: dejar de fumar, hacer más ejercicio, retomar los estudios, etc. En definitiva, adoptar un nuevo hábito.

El inicio de un nuevo curso es el momento perfecto para cambiar aquello de nuestra vida que no nos gusta. Pero, a no ser que se traten de variaciones leves, es mejor meditar detenidamente sobre lo que vamos a hacer.

Cambios que tienen que convertirse en hábitos

Una vez tomada la decisión, y ya con todo pensado y listo, llega el momento de llevar a cabo el cambio deseado. En muchos casos, el cambio precisa que algo nuevo que vas a hacer se convierta en un hábito.

De otra forma puede que, aunque tengas muy buenas intenciones, abandones la nueva actividad pasados unos días. Bien porque resulte muy trabajoso y cansado o por nervios, es muy frecuente dejarlo. Por ejemplo, ir durante unos días al gimnasio y luego empezar a dejar de ir por cualquier motivo. Ya sea por una reunión puntual o por cansancio, poco a poco dejas de ir. Primero algunos días de la semana, después una semana entera, y luego ya no vuelves a ir.

Como consecuencia, bien entrado el otoño, vuelves a estar como al principio. El cambio que estabas decidido a dar ya es cosa del pasado y tus buenas intenciones solo han durado unos días. ¿Cómo ha sucedido esto? Muy sencillo: porque no has conseguido convertir la nueva actividad en un hábito.

Cómo convertir una actividad en un hábito

Puede parecer muy complicado, pero es más sencillo de lo que parece. Tan solo hay que tener en cuenta unos trucos para conseguir que la novedad se vuelva una rutina. Así, pronto realizarás la actividad que te habías propuesto, en los días que lo tenías planeado en un principio, de manera natural. Sin que hacerlo te resulte pesado o interfiera con el resto de tus actividades.

Para empezar, es necesario armarse de fuerza de voluntad y obligarse a realizar la actividad cuando está prevista. No hay que dejarse vencer por la pereza, y hay que evitar que esta coincida con otras actividades.

También hay que fijarse objetivos, y cumplirlos. Para estar seguro de que llegas a ellos, es recomendable revisar de manera periódica cómo vamos. Así, si es necesario, podremos subir o bajar el ritmo según estemos más lejos o más cerca de cumplir los objetivos fijados.

Es también aconsejable planificar un horario semanal con todo lo que tenemos que hacer y tratar de respetarlo, en la medida de lo posible. Por mucho que surja un plan atractivo a la misma hora que tenemos previsto realizar la nueva actividad, hay que obligarse a rechazarlo. También se puede programar para otro momento que tengamos libre.

La organización es clave

Ese calendario que has preparado debes tenerlo en varios formatos. Por ejemplo, en un papel en la puerta de la nevera. Pero también en el teléfono móvil o en el ordenador. En este caso, conviene poner una alarma antes de la hora en la que tengas que iniciar la nueva actividad. Al sonar, la alarma funcionará a modo de «disparador» para el cerebro, enviándole una especie de orden para empezar.

En caso de que el nuevo hábito se haya decidido tomar para eliminar algunas malas costumbres previas, es importante abandonarlas antes de comenzar la nueva actividad. Asimismo, dejar atrás en la medida de lo posible todo lo que te recuerde a esos malos hábitos de antaño también resultará beneficioso. Si no tienes cerca nada que te recuerde lo que te perjudicaba, es más sencillo no volver a ello.

Por último, para adoptar un hábito no hay que pensar en la meta que se desea conseguir. La adopción de un hábito tiene que ver con el comportamiento a adoptar para realizar la actividad que hemos decidido llevar a cabo. Por ejemplo, para adelgazar no hay que tomar una única medida, sino varias: hacer ejercicio, abandonar la comida basura, comer alimentos saludables, etc. Hay que vigilarlos todos para que, al cabo de un tiempo, sean cosas del pasado.

Recompensas por el trabajo bien hecho

Si la actividad que quieres convertir en un hábito tiene una recompensa final, como perder 10 kilos, te resultará más reconfortante realizarla. Motivarse para conseguir un nuevo hábito será más sencillo. Pero, si no lo es, conviene prometerse a uno mismo una recompensa. Por ejemplo, ¿al llegar el próximo verano has conseguido alcanzar la meta prevista? Regálate un viaje, una buena comida en un restaurante que te gusta, un libro, etc.

Además de esta recompensa final, puede aumentar la motivación darse pequeñas recompensas cada cierto tiempo. Por ejemplo, si durante la sesión de control de los objetivos fijados para cada mes se ve que se han cumplido. La motivación entonces será mayor y no decaerá con el paso del tiempo porque el objetivo final se vea muy lejos.

¿Cuándo se convierte una actividad en un hábito?

Hay que tener en cuenta que una nueva actividad no se convierte en un hábito hasta que ha pasado un cierto tiempo. Durante este periodo hay que realizarla de manera regular. Hay que evitar las distracciones que hagan que dejes de realizarla puntualmente, y ser constante. Pasado un cierto tiempo, ni te lo pensarás cuando vayas a hacerla. Saldrá de ti, y será automática.

Seguro que te estarás preguntando cuánto tiempo pasa hasta que empiezas a hacer algo hasta que se transforma en un hábito. No hay una respuesta concreta a esta pregunta, ya que este tiempo varía para cada persona. Depende de muchos factores: de lo constante que es cada uno, su nivel de motivación o el tiempo de que disponga para la nueva actividad. Desde Despertares podemos ayudarte y darte las pautas necesarias para formar nuevos hábitos. Todo a través de nuestro servicio de terapia individual para que un cambio se transforme en un hábito saludable.

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